Plinio Soto Muerza

La IV Transformación ha iniciado desde el gobierno federal. La pretensión de avanzar en los cambios profundos en las formas de hacer y entender la política en México, tiene hoy desde la máxima posición del poder político en nuestro país, el total respaldo, y el Presidente Andrés Manuel López Obrador, es el gran impulsor de este proceso que tiene las más altas expectativas de cambio, y que están respaldadas por más de 30 millones mexicanos que el pasado 1 de julio salieron a votar para poner un ya basta a la formas tradicionales de hacer política.

Frente al gran reto de transformación fue el propio presidente Andrés Manuel quien dio la directriz más acabada de lo que se espera del nuevo gobierno, cuando el día de su toma de posesión como presidente constitucional, expresó: “No tengo derecho a fallar”.

Su “no derecho a fallar” revela el nivel de compromiso que él en su propia persona ha adquirido ante el pueblo de México, y lo convierte en el primer presidente que asume una actitud crítica consigo mismo desde el primer día de su encargo constitucional. El asunto sin embargo, no queda en el presidente solamente, porque lo mismo que él ha dicho, se debe de aplicar para todos los niveles del nuevo gobierno emanado de morena, así como de los gobiernos estatales y municipales que son parte del movimiento que triunfo el pasado primero de julio.

En los gobiernos estatales sin embargo parece que lo que ha establecido el presidente Andrés Manuel, o no les importa o no lo han escuchado y comprendido a plenitud.

En sus primeros días de gobierno, algunos signos son de alarma y preocupación. La celebración de una misa en pleno edificio del gobierno de Morelos teniendo al propio gobernador en primera fila, es un mal mensaje por donde se le vea y se la aborde. La separación del estado y las iglesias es un principio republicano que no puede ser sujeto a interpretaciones pretendidamente incluyentes.

En los años noventa, después de las reformas salinistas al artículo 130 constitucional en cuanto al reconocimiento de las Iglesias, el Partido Acción Nacional (PAN) inició por todo el país una ofensiva de empuje junto a los sectores más conservadores de México, para la realización de diversas expresiones religiosas que retaban la propia laicidad del Estado.

Los casos más llamativos se dieron en la región del Bajío, concretamente en el estado de Guanajuato, donde los políticos panistas acudían sonrientes a las misas convocadas en espacios públicos. En ese momento desde la izquierda se criticaban los excesos en los que incurría el PAN y los conservadores con relación a la reforma del 130 constitucional y se inició una larga lucha por contener las ambiciones de los jerarcas de la Iglesia Católica en la política nacional. Hoy después de lo que paso en Cuernavaca, ¿Qué podrá decir la izquierda que llegó al gobierno si los panistas del norte y centro del país  celebran misas en los palacios de Gobierno?

Pero no sólo han sido algunos desatinos que ponen en peligro la propia institucionalidad del país, como la misa de Cuauhtémoc Blanco, sino son una serie de expresiones de diputados, senadores, presidentes municipales, regidores, síndicos y un largo etcétera de nuevos funcionarios, que han salido a mostrarse muy inexpertos o de plano muy contrarios a los lineamientos de la IV Transformación. Desde los conflictos entre Presidentes Municipales con sus síndicos y regidores por las cuentas públicas y espacios en la administración pública, hasta las actitudes irresponsables de funcionarios que se han acuartelado en la defensa de sórdidos privilegios.

Los funcionarios de la IV Transformación no tienen derecho a cometer errores, porque ellos representan hoy la esperanza hecha gobierno.

Los gobernantes de la IV Transformación no pueden fallar, no tienen derecho a fallarle a la gente que ha confiado en la promesa de un futuro próximo mucho mejor y con niveles de bienestar nunca vistos en la historia.

Los funcionarios de la IV Transformación no tienen derecho a cometer errores, porque ellos representan hoy la esperanza hecha gobierno. ¡No hay margen de errores que justifiquen una pésima selección e improvisación de funcionarios públicos!, no tienen derecho a fallarle a un pueblo que espera humildad, cordialidad, y sabiduría del nuevo grupo gobernante en todos los niveles de gobierno. No tienen derecho a fallar aquellos que prometieron comportarse radicalmente diferente a los políticos corruptos del PRI, PAN y todos sus aliados que saquearon al país.

México vive hoy un profundo proceso político que le ha apostado a la transformación profunda de la realidad social, política y económica de la Patria. No es menor el compromiso aún en los espacios de responsabilidad pública más pequeños. Desde un Jefe de Unidad, hasta un Director General, pasando por Enlaces Administrativos, Coordinadores, Subdirectores, Secretarios y Gobernadores, llámense como se llamen y estén donde estén.

Desde la izquierda se soñó mucho tiempo el actual momento, de demostrar que otro mundo y otra realidad son posibles, que otra forma de gobernar es posible y distinta al neoliberalismo. Ahí reside la importancia histórica del momento actual, de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Por ello es vital que la crítica desde la izquierda a los errores y desaciertos del nuevo gobierno en sus diferentes niveles, no sea satanizada como mensaje del pasado y aliada de los enemigos del proyecto de Nación que encabeza morena.

Muchas batallas están aún por presentarse, y la fortaleza del nuevo gobierno en todos los niveles radica en el perfil de sus representantes y funcionarios. Un nuevo tipo de funcionario y representante popular deberá ya de despuntar en el difícil y complejo ejercicio de lo público. El Pueblo votó por la transformación radical de lo política, no por complicidades y simulaciones en los espacios estatales.

El Presidente Andrés Manuel López Obrador espera congruencia en las acciones, y firmeza en los principios de los nuevos funcionarios. Velar por ello, también es obligación esencial del pueblo.

Por STAFF