Margarito Escudero Luis
Dicen por ahí, los golpes que da la vida hacen aprender. A eso podemos llamarle experiencia. Hay personas que van aprendiendo conforme se presentan las circunstancias y así van condicionando su conducta.
Ignorancia, necesidad y pobreza mezcladas son un coctel muy peligroso, pone en riesgo la integridad física y hasta vidas de otros.
Pareciera que lo anteriormente dicho, cae perfecto en la conducta que asumieron cientos de ciudadanos del municipio de Tlahuelilpan, en el Estado de Hidalgo, quienes mostraron en conjunto una práctica común de ir a recoger combustible en una toma clandestina en un ducto de Petróleos Mexicanos.
Tal vez cayeron en la máxima popular que dice: “a mí no me sucederá”, pero sucedió con resultados trágicos.
Quienes provocaron el boquete en el ducto que lleva combustible a la refinería de Tula, no estuvieron en el momento del accidente, sin duda sabían lo que ocurriría, sabían de la necesidad de la gente y de su proclividad a la rapiña.
Son mexicanos pobres, de esos que fueron abandonados por el gobierno durante varias décadas, y en el afán de conseguir recursos para su subsistencia, llegaron a vender mercancía que no era de ellos
Terrible aprendizaje para quienes quedaron vivos, peor para aquellos que sufren los efectos de las quemaduras, pero no hay justificación, ni más culpables que ellos mismos al no conocer las precauciones que se deben tomar en el manejo de la gasolina.
Los resultados de la tragedia están siendo aprovechados por los enemigos del régimen, en redes buscan distraer la atención ciudadana hacia un culpable que no lo es, intentan desviar la atención de la verdadera causa del accidente hacia una acción gubernamental, cuando a todas luces se trata de un efecto del robo de combustible, del atraco a la Nación.
Ya hay quienes azuzan a los familiares de los afectados para que reclamen indemnización al gobierno, en un afán por generar animadversión contra un presidente que se ha empeñado en acabar con la corrupción y el robo de los recursos de México.
Y los parientes de las víctimas, en medio de su dolor, no alcanzan a comprender el lío en que se han metido, pues al exigir un pago, no entienden que su familiar estaba cometiendo un delito federal.
Ya son 89 muertos resultado del incendio provocado y, según los médicos, la suma puede incrementarse, dada la gravedad de algunos quemados.
Estos 89 fallecidos, un fueron víctimas de la represión, no fueron asesinados por ningún grupo delictivo, no son cuerpos de políticos enemigos del régimen actual, no son estudiantes perseguidos.
Son mexicanos pobres, de esos que fueron abandonados por el gobierno durante varias décadas, y en el afán de conseguir recursos para su subsistencia, llegaron a vender mercancía que no era de ellos y su desconocimiento sobre la peligrosidad del combustible, los llevó a darse el último golpe de su vida.
Triste experiencia para quienes sobrevivieron.