Ernesto Elizondo
La Historia muestra y demuestra que las grandes transformaciones que han ocurrido en el mundo, van precedidas de un desgaste de la estructura a cambiar y que, inmediatamente después, llega la destrucción de todo lo anquilosado para dar paso a lo nuevo que permitiría la mencionada transformación.
Lo anterior no solamente aplica para los movimientos sociales, la misma naturaleza pasa por ese proceso.

 

Las revoluciones que han sacudido a cada país, han costado cientos de vidas, destrucción de edificios, ciudades enteras; pero lo más importante, es la destrucción  de la vieja estructura social.
Así ha sucedido siempre, así cayó el esclavismo y cambió de nombre, la gente alcanzó otro nivel de vida durante el largo período feudal.
El feudalismo se transformó gracias a la Revolución Industrial y los antiguos esclavos ahora serían denominados “obreros”, bajo condiciones de explotación diferentes y con algunas posibilidades de desarrollo personal.
Así alcanzó la Historia a la sociedad contemporánea, donde se vive a gran velocidad, en medio de una revolución tecnológica que no tiene conclusión a la vista.
Y esa constante transformación tecnológica es una muestra más de que, para dar paso a lo nuevo, se debe destruir lo anterior.
En todo el mundo se condena el esclavismo, aunque persista como un rescoldo del pasado; los obreros de hoy jamás se compararían con un siervo del feudalismo, mucho menos con un esclavo y, en muchos casos, ni siquiera se aceptan como obreros, victimas de la alienación.
Hoy, a nadie se les ocurriría comprar un televisor de bulbos o transistores, cuando puede tener una modernísima pantalla plana.
Todo el rollo anteriormente expuesto, lo tomo como un pretexto para asegurar que, si queremos ver una verdadera transformación de la sociedad mexicana, se debe destruir lo que nos hizo caer en una espiral de pobreza de todo tipo, violencia, abandono de valores, lo que provocó que se perdiera el orgullo nacional y se prefiriera lo extranjero.
Destruir hasta sus cimientos aquella estructura que nos sumió en la corrupción y en el descrédito internacional.
Porque está visto que en nuestro país, ya no tienen cabida en la voluntad popular los protagonistas del régimen anterior y eso quedó demostrado en la elección del pasado uno de julio.

 

Pero aquellos que votaron para que eso sucediera, están viendo con desilusión, como van ocupando cargos los que fueron repudiados en las urnas, conocidos y reconocidos por su deshonestidad y sus actos de corrupción.
Ven con sorpresa como son relegados quienes se la rifaron en las campañas para que el cambio sucediera realmente, ven como los proyectos de transformación pasan por el tamiz de quienes se ostentan como dueños del país.
Muchos mexicanos, luego de tres meses de nuevo gobierno, despiertan y se encuentran con que el dinosaurio sigue ahí.
Dice un mexicanismo refrán: “El gallo se mata a tiempo”

Por STAFF