Margarito Escudero Luis
Los seres humanos ponemos tanta confianza en nosotros mismos que perdemos de vista muchas consecuencias de nuestras acciones.
No escuchamos advertencias, hasta que el problema está a punto de estallar, cuando la solución es más complicada.
La velocidad con que se mueve el mundo “civilizado” ha logrado que perdamos de vista el entorno, que no le demos valor a lo que nos mantiene con vida en este planeta, como si nunca fuera a terminarse.
Desde hace muchos años científicos advirtieron sobre los peligros del cambio climático, el calentamiento global, el efecto invernadero, el agujero en la capa de ozono.
Advirtieron sobre las consecuencias de la tala desmedida, del abuso en la utilización de combustibles fósiles, de la necesidad de contar con fuentes alternas de energía, limpia y renovable.
Avisaron a tiempo sobre los resultados que acarrearía la generación de desechos, basura que no fuera biodegradable, sobre la contaminación de los cuerpos de agua y sobre el posible deshielo de los glaciares.
Dieron aviso sobre lo que pasaría si se derriten los polos, a tiempo nos dijeron sobre la posibilidad del aumento en el nivel del mar, de las ciudades inundables.
Es decir, siempre hubo un aviso a tiempo y no hicimos caso, menos pusimos atención y, peor aún, no planificamos el futuro para evitar ese resultado apocalíptico.
Lo más triste de todo esto, es que los gendarmes del mundo, los reyes del capitalismo, minimizaron los avisos, negaron que existiera un calentamiento global a causa de la actividad humana.
Es que el capitalismo requiere de la explotación sin control de los recursos del planeta, de los animales y de los seres humanos, su único fin son las ganancias, la utilidad, el negocio, todo lo demás puede ser utilizado para generar ganancias.
Hoy, el mundo se convulsiona ante grandes desastres naturales, provocados por el desequilibrio en el planeta.
Padecemos ahora grandes y poderosos huracanes, sequías cada vez más intensas, temperaturas nunca antes sufridas; hay lugares donde el termómetro ha marcado más de 50 grados Celsius.
Aunque ahora hay una alerta mundial, un llamado global a reforestar el mundo, es posible que ya sea tarde y que esa solución no sea la única que se requiere para salvarnos.
En realidad, el planeta, la naturaleza no necesita al ser humano para salvarse, sus procesos naturales son perfectos y puede curarse por sí misma y, si la especie humana le está provocando tanto malestar, lo más seguro es que la elimine.
O sea, los que necesitan salvarse son los humanos, los que necesitan que se repare el daño que la actividad humana ha provocado al planeta, son los humanos.
Nada de que se genera con la industralización, nada que lo que se produce con la tala de los bosques, con los minerales extraídos de las entrañas terrestres, ninguna joya, ningún automóvil, ninguna computadora, ningún misil que destruye vidas, pueden tener el mismo valor de un árbol que genera el oxigeno que respiramos, que filtra el agua que bebemos, que mantiene la vida de otras especies de la que nos alimentamos.
¿Podremos resolver este problema? ¿Habrá tiempo?