Por: Rodolfo Montiel D.

Greta Thunberg la joven de dieciséis años y de nacionalidad sueca, consciente del daño que le hemos causado a nuestro planeta, reprochó a los lideres mundiales, de manera enérgica y con lágrimas en los ojos, que la política no ha servido de nada para mejorar las condiciones de vida.

No utilizó en su presentación esa verborrea fallida a que estamos acostumbrados, convencida fue al grano y recriminó esa indiferencia plagada de egoísmos y crueldad ante tanta destrucción de la naturaleza y sus ecosistemas.

Muchos de los rostros adultos ahí reunidos reflejaron desconcierto pues nunca imaginaron que una niña convencida y decidida, les reprochará su inmaduro proceder.

Es indudable que el incrédulo de Donald Trump en relación al calentamiento global y sus devastadores efectos, quedó más que evidenciado.

Esta menor en su mensaje alude a la ciencia como instrumento vital de restauración y progreso de los ecosistemas. Años antes Carl Sagan ya lo había advertido de la siguiente manera: La ciencia en sí es un lenguaje transnacional. Los científicos tienen una actitud natural cosmopolita y son más conscientes de los esfuerzos que se hacen por dividir a la familia humana en muchas facciones pequeñas y enfrentadas.

En esencia el mensaje marginó a los adultos y sus necedades, por ello éste fue direccionado a los jóvenes de todo el mundo, con entera solicitud de que unidos se comprometan a trabajar y vivir por el planeta.

Greta Thunberg no es una activista —etiqueta con olor a cárcel y a muerte—, es una niña que sabe de los errores y horrores que hemos cometido los mayores al desbastar el medio ambiente aún cuando el exterminio de la misma raza humana esté en juego.

Por STAFF