Por: Rodolfo Montiel D.
En su momento el ilustre Juan Jacobo Rousseau sentenció: “No existe tiranía peor que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia”. De sexenio en sexenio México ha sido vapuleado con severidad y al amparo del poder, la política y lo institucional.
Por esto, he aquí los nombres de algunos “patriotas mexicanos” representativos de la moral y la ética: Jorge Diaz Serrano, Arturo Durazo Moreno, Mario Ernesto Villanueva Madrid, Tomás Jesús Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Javier Hernández Flores, César Horacio Duarte Jáquez y Javier Duarte de Ochoa —según ellos, perseguidos politicos—. Si usted es analítico podrá con facilidad concluir que entre estos personajes hay demasiadas coincidencias… Faltan muchos por citar. La praxis política los etiquetó en su momento como inteligentes, lideres naturales, mexicanos a toda prueba, patriotas de decisiones serias y firmes, negociadores, sensatos, creativos, humildes, probos, asertivos, humildes y solidarios con los desposeídos. La realidad fue otra.
Hoy salen a flote los “enjuagues” y renuncia del Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación —sí, de la nación— Eduardo Medina Mora, y mismo que el gobierno de Estados Unidos se ha encargado de sacarle sus trapos al sol, claro que con la fiel ayuda de la Fiscalía General de la República —antes PGR—. Bien, le recomiendo regrese al inicio de esta columna y lea una vez más con detenimiento, la frase de ginebrino Rousseau. Es increíble —bueno, sí es posible— que hasta en la máxima institución administradora de justicia, la corrupción, la deslealtad e intereses malsanos hayan debilitado ya sus cimientos… Y qué decir de lo confiable que resultan? Si el derecho está integrado y reconocido como una de las tantas áreas que conforman la ciencia… qué carajo —disculpas por lo coloquial— tiene que ver un “político” en la impartición de justicia.
Ante las pruebas de acciones ilegales recopiladas y la renuncia, está claro que Medina Mora no es postulante del derecho sino otro “político” más. Cuántos años serán necesarios para dotar de confianza al Estado? Cuánto dinero deberá ser invertido para desterrar la corrupción y la impunidad? Qué y cómo hacerle para extirpar de los funcionarios y servidores públicos, ese pensar barato que argumenta: el que no tranza no avanza? No dejo de insistir, la tarea del actual gobierno es y seguirá siendo ardua para recomponer y sanear a las instituciones.
Seis años no bastarán, y ya transcurrieron ocho meses. Hacia donde dirijamos la mirada, encontraremos vestigios o la corrupción misma en pleno apogeo. Esto de la corrupción fue todo un proceso premeditado por más de ocho decenios, hasta que se volvió cultural.
Y como era de esperarse, las tajadas del pastel sólo han sido repartidas entre los “apóstoles” del poder y la política. En exclusiva, la sociedad obtuvo las ralladuras del coco y las coloridas grageas.
Si las evidencias ilícitas y renuncia de Eduardo Medina Mora están directamente relacionadas con actos delictivos a ese nivel, entonces qué podemos esperar de los niveles inferiores en la impartición de justicia. Nada o muy poco.
Esperemos que en un futuro no lejano, las actuales autoridades no nos vayan a salir con el clásico: disculpe usted Don Eduardo Medina Mora, todo fue un error.