La Casa de la Verdad y el debate organizado por el #yosoy132 en Orizaba

Sergio Antonio López Acosta

Era 2013 en Orizaba, Veracruz, año de elecciones municipales, y había un grupo de jóvenes que alborotaba las calles con mensajes subversivos contra los políticos y los empresarios corruptos, la injusticia y la muerte que se había apoderado de nuestro país. Ellos eran parte del #yosoy132.

Hoy la agrupación ya no existe, todos lo saben. ¿Pero qué era?, además del primer gran hashtag revolucionario en hacerse tendencia nacional y poner de moda la insurgencia pacífica entre la gente milenial.

El 11 de mayo de 2012 en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, hubo una conferencia a la que asistieron decenas de jóvenes, dictada por el entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto. Al finalizar, los presentes lo confrontaron por haber ordenado la brutal represión de San Salvador Atenco en 2006. El tipo cometió el error que definiría el resto de su carrera política, llena de vergüenza y desprecio; se le ocurrió dar réplica y justificar la violencia contra los pobladores, quienes habían se habían defendido para proteger sus tierras de un gobierno autoritario que deseaba arrebátaselas. Típico de la cleptocracia.

Peña dijo: “Reitero, fue una acción determinada que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz en el legítimo derecho que tiene el Estado Mexicano de hacer uso de la fuerza pública, como además debo decir, fue validado por la Suprema Corte de la Nación”.

No cabe duda que recordar es volver a vivir. Esas palabras resuenan y nos transportan al momento en que el auditorio José Sánchez Villaseñor se convirtió en una turba iracunda que persiguió al priísta a punta de gritos, pancartas y abucheos por los pasillos de la institución hasta acorralarlo en un baño. Patético, nunca olvidemos eso. La masa enardecida lo obligó a huir, y ya cuando se subía a su camioneta una reportera le preguntó ¿Qué opina de estas expresiones?, a lo que el hombrecillo contestó: “Que no son genuinas todas, eh”.

Ese acto superó las expectativas, los medios conservadores contratacaron, declarando que los abucheadores eran gente entrenada que trató de sabotear el evento. La Ibero se reagrupó y preparó una video-declaratoria donde 131 de sus estudiantes expresaban que su inconformidad era real, genuina y que nadie les había instruido al porrismo servil de las falacias. Ahí nació el movimiento. Las benditas redes sociales se usaron para difundir ese mensaje soberbio de 131 estudiantes que sirvió para desenmascarar la desfachatez con la que los medios nos mentían, y además, sirvió para dar identidad a una generación que ansiaba encontrarse a sí misma. A los 15 minutos de publicado se hizo trending topic. La alegría de la rebeldía se viralizó, los jóvenes despertaron.

La esencia del movimiento fue un grito de la juventud mexicana, que decía, estamos aquí, no nos pueden callar, nos quieren tratar como tontos, como si no pudiéramos ser críticos, eso se acabó.

La ola fue imparable y en Orizaba llegó de un día para otro. El #yosoy132 se atrincheró en el Edificio de El conejo, ubicado en la Calle Oriente 6 o “Calle Real”. Se le abreviaba simplemente El Conejo, estructura de gran espacio, elegante en su tiempo, semiabandonada y en litigio por aquel entonces; no tenía agua potable, pero luz sí, de milagro y hasta algunos vecinos paracaidistas. Ese fue el cuartel general.

Quizá por tratarse de una ciudad pequeña, el movimiento se volvió una especie de comunidad, un grupo de conocidos que experimentaba la vida pública del país en confianza. Hubo marchas, jolgorio y discusión. Se consiguió un proyector para ver documentales y películas que, en materia socio-política, contenían valiosa información que ayudaba a la formación de un mejor criterio. Las reuniones eran punto de cohesión no sólo para los muchachos, sino para una gama diversa de interlocutores. Los compañeros más adultos y de mayor experiencia compartían su conocimiento en cuanto a la estructura del servicio público, la política y la politiquería que dominaba el ambiente orizabeño. La gente charlaba en inagotables reflexiones del fatídico destino que acontecía en un país bañado en sangre.

El logro que más destacó en el grupo fue quizá, por su consistencia, “La Casa de la Verdad”, un espacio que, a manera de exposición, revelaba los robos de cuello blanco, los abusos de autoridad, las violaciones a la ley, a nuestros derechos humanos y a la vida misma, los muertos que dejaba el narco que no se veían en la tele, los opositores desaparecidos que no se oían en la radio, la destrucción del tejido social que no se leía en ningún periódico. Se conjuntó información sobre política, filosofía y cualquier asunto contra hegemónico que rebasara las barreras mediáticas de la desinformación que envenenaba el pensamiento del mexicano. En su mayoría se utilizaron revistas como Proceso y se descargaron artículos de internet; también se invitaron activistas y disidentes que llevaban años enfrentando al desgobierno neoliberal.

La Casa en cuestión no era más que una carpa desplegable, mesas y tendederos donde se aglomeraban las revistas y la información impresa de la red. Se instalaba una vez por semana en Calle Madero, en el corazón de la ciudad, durante la tarde. No se podía ignorar semejante faena. Muchas personas se detenían para conocer la verdad, otros le huían, unos asentaban y otros se enfurecían al escuchar los disparates de un grupo de jóvenes sin quehacer. Había de todo, pero lo importante es que La Casa movió a la sociedad e incomodó al gobierno, que de repente empezó a hostigar al 132, amedrentándolos, intimidándolos para desalojar El Conejo. Se habían convertido, sea lo que sea, en una piedra en el zapato del operador político priísta número uno de Orizaba, hombre detrás del proyecto de “desarrollo urbano” y del alcalde Hugo Chaín, el diputado Juan Manuel Diez Francos, quien estaba a punto de pedir licencia para postularse nuevamente como candidato a alcalde municipal.

Para entonces el debate nacional de 2012, organizado por el 132, entre Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri, nos había enseñado que con unidad, se creaban grandes resultados. Saber que la fuerza del movimiento había logrado reunir a esos tres políticos inspiró de tal modo que sólo quedaba algo por hacer. En Orizaba también se organizó un debate.

En 2013, los candidatos a presidencia municipal, además de Diez, eran Octavio Gracián Malpica (AVE), Francisco Luis Briceño Cortés (PAN), Gloria Ortiz (PT), Álvaro Ángel Lara (MC) y César Cortés Osorio (PRD).

Yendo al grano, el #yosoy132 Orizaba sentó en el Parque Bicentenario, sino a todos, al menos a los candidatos Briceño, Gracián, Lara y Cortés, para dialogar frente a los ciudadanos, sin telepromter y sin simulaciones. Juan Manuel Diez, al igual que Peña a nivel nacional, declinó la invitación de participar en el debate. Muy priísta de su parte, pero no importaba, más tarde eso serviría como objeto de burla.

Se solicitaron los permisos adecuados, se ordenó el lugar, se colocó panel, bocinas, micrófonos y los organizadores estuvieron preparados y listos. Había un moderador y hasta un chico encargado de contar el tiempo de intervención de cada participante. Ambos compartieron el escenario con los candidatos. Cuando el evento inició, había una nada desdeñable cantidad de público muy atenta. Las preguntas y los temas no los dejaron indiferentes. Seguridad siempre ha sido el talón de Aquiles de Veracruz, economía, sociedad, medios de información y libertad de expresión. En la primera ronda de preguntas el moderador turnó la palabra al ausente Juan Manuel Diez. Espontáneo y ocurrente, dirigió su mirada a la silla vacía y dijo: “le cedemos la palabra al candidato Juan Manuel Diez Francos”. Por supuesto nadie le iba a contestar, el hombre no estaba ahí. El moderador esperó unos segundos sin quitar la mirada ni cambiar su semblante de seriedad y terminó: “muchas gracias candidato por su respuesta”. El chiste, bien captado, logró cautivar a los presentes. La gente rio, candidatos incluidos. Que quedara bien claro que Juan Manuel no estaba ahí, que no quería dar la cara, que no creía que Orizaba era importante.

El debate transcurrió casual y mesurado. Ningún candidato quería decir nada comprometedor o en su defecto no tenía nada en su materia gris para contar. Visto en retrospectiva eso no fue lo más importante, sino exponerlos, sacarlos de sus cubículos burocráticos y ubicarlos públicamente para incomodarlos y demostrar que ellos, ninguno de ellos, era apto para gobernar, fuera por incompetencia, falta de ideas o proclividad a la corrupción.

En ese tono, podemos decir que el debate fue un éxito pese a la nula cobertura que dieron los medios locales. Unió a los verdaderos ciudadanos interesados en asuntos políticos; jóvenes y adultos, chicos y grandes, hombres y mujeres libres que querían cambiar el orden de los poderes fácticos. Sumando de poco en poco, un grano de arena como dicen, el #yosoy132 Orizaba trató de detener a la maquinaria neoliberal regional justo al inicio del Peñismo, la era mexicana más oscura en tiempos recientes.

Hoy el movimiento ya no existe, todos lo saben. La inmadurez de la juventud ególatra y desconsiderada cobró factura. Ganó la fiesta y el alcohol, la mota y las riñas internas, todo para nada. Al final El Conejo se transformó en un club pulquero de poca monta. Sin embargo, aunque cada quien siguió su camino, se dejó una semilla que sólo hasta ahora notamos sí ha crecido. Algunos de los ex-132 ocupan actualmente espacios de reivindicación política. Asisten, ayudan, dialogan y cooperan en el gobierno de la 4T, o directamente con la sociedad civil. Van pues, de la mano con el pueblo, y eso es lo que cuenta. La vocación genuina de quienes conformaron el 132 en Orizaba no menguará ni con los años ni ante las circunstancias más adversas. Esto que he narrado, entre otras cosas, fue lo que el #yosoy132 aportó en la lucha por una mejor ciudad y un mejor país. Hoy la lucha sigue y estamos más motivados que antes, más unidos que nunca, sociedad, gobierno, mexicanos, mexicanas.

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Por STAFF