Margarito Escudero Luis
En los últimos tiempos, hemos visto como la tropa, los que arriesgan la vida enfrentando directamente a la delincuencia, cumplen con su misión, atrapan a los malosos y los entregan a la autoridad que debería ser competente.
Sin embargo, la mayoría de los mexicanos lamentamos que en poco tiempo esos delincuentes queden en libertad por cualquier letra o palabra mal escrita y así se aplica la ley.
Triste ver como pareciera que la ley protege a la delincuencia, triste ver que fue hecha para hundir al ciudadano que sale a trabajar todos los días para sobrevivir, arriesgándose también en unas calles llenas de peligro.
Vimos como Felipe Calderón sacó al Ejército a las calles, dio un garrotazo al avispero como si no supiera cómo reaccionan las avispas.
Y de unos cuantos cárteles de la droga que existían en ese momento, se multiplicaron como las ratas, y del tráfico de drogas se pasó al secuestro, la extorsión, los desaparecidos y los asaltos.
A eso debemos sumar el baño de sangre que inundó al país.
Durante el gobierno de Vicente Fox se fugó el Chapo Guzmán de un penal llamado de máxima seguridad, de una forma, según nos lo contaron, demasiado fácil escondido en un carrito de ropa sucia.
Durante esos dos gobiernos, el cártel de Sinaloa fue el consentido. En Michoacán, los Caballeros Templarios y la Familia Michoacana se adueñaron de todo sin que el gobierno panista pudiera hacer nada que no fuera simular.
La tierra de Felipe Calderón también se bañó de sangre. Ya con Peña Nieto, el Chapo fue atrapado nuevamente, encerrado en un penal de “casi” máxima seguridad y también se les peló.
A través de un túnel cavado en la piedra y nadie escuchó el intenso ruido que hacen las máquinas al romper la roca. Tácitamente la ciudadanía comprendió la corrupción de una autoridad cómplice que esperó culpar a los encargados del tenebroso lugar, trabajadores que sólo cumplen órdenes. Con esa impunidad generada desde el mismo gobierno, los cárteles se fortalecieron, se cebaron en la sangre humana y perdieron todo respeto por la ley y por la sociedad, quieren todo, quedarse con todo. Culiacán Lo ocurrido el pasado 17 de octubre en la capital sinaloense es parte de todo aquello que se les dejó hacer a los capos, pero las autoridades de escritorio mostraron ineptitud, pues mientras los elementos de las fuerzas armadas que se la rifaron en las calles de Culiacán, cumplieron con la misión de atrapar a quien buscaban, desde la oficina se ordenó soltar la presa.
El secretario de Seguridad, Francisco Alfonso Durazo Montaño, comunicó que desestimaron la respuesta de los malos y que el operativo fue mal planeado.
La tropa no participa en la planeación de los operativos y, el argumento habla de un desconocimiento del área, pues quien conoce cómo reaccionan las avispas, no garrotea al avispero; sin embargo hay formas, métodos para bajar un panal.
No sabemos si la estrategia de seguridad es dejar libres a los peligrosos delincuentes, pero lo que se ha visto hasta ahora, es que no ha funcionado y los enemigos declarados del presidente Andrés Manuel López Obrador tienen ahora muchos argumentos para golpearlo.
Y así poco a poco van apareciendo “cosas raras”. Por ejemplo, la matanza de 27 elementos de seguridad asesinados en una emboscada en Michoacán, iban a una misión, según detener a una mujer, esposa de un peligroso capo y los estaban esperando. ¿Quién avisó del plan a los delincuentes?, es obvio que el enemigo está en casa y si la barredora no llega pronto, seguirán viéndose y sufriéndose errores garrafales como el de Sinaloa.
Ya vimos la fuerza que tiene el cártel de Sinaloa, ya vimos su armamento; ya vimos la fuerza e inteligencia que tienen en Michoacán, ahora entendemos que la historia puede repetirse en cualquier parte del país.