Margarito Escudero Luis
En su conferencia mañanera del viernes 13 de diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que había ordenado una revisión sobre personas que aún trabajan en el Gobierno y fueron parte del equipo del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, quien fue arrestado el lunes en Texas.
Pudiera ser un gran paso para limpiar la administración de la Cuarta Transformación, ya que hay muchos “emisarios del pasado” que se acomodaron con el gobierno morenista como buenos arribistas y presupuestívoros.
Desde este espacio hemos señalado varias veces el peligro que representa tener al enemigo en casa, vivo y con fuerza capaz de derrocar.
No somos los únicos en señalar esto, el dinosaurio se replegó, parece muerto, los números electorales así lo indican; pero lo cierto es que hay un golpeteo constante en contra del presidente y su gobierno, una especie de guerra de baja intensidad a la espera del momento preciso para dar un golpe definitivo.
Ya se han visto intentos, no lo han podido consolidar, pero están ahí, listos para reclamar lo que consideran lo que es de su propiedad, prestos a continuar el baño de sangre y terror en que sumieron al país.
Ahora, la detención de Genaro García Luna marcó la posibilidad de llevar ante las autoridades a los verdaderos peces gordos, a los expresidentes que permitieron el saqueo y la entrega de las riquezas nacionales, aquellos que fueron los primeros en organizar la guerrilla mediática contra Andrés Manuel López Obrador y ahora guardan un sepulcral silencio.
El que calla otorga, afirma la sabiduría popular y su silencio los delata, los exhibe y obliga a las autoridades a investigar.
El indiscriminado saqueo a la Nación y la sangre derramada de miles de inocentes, la ausencia física de otros tantos mexicanos que desaparecieron, la angustia de las familias que reclaman saber el paradero de sus seres queridos y el terror en que sumieron a la sociedad, debe tener responsables.
Aquellos que se encargaron de planificar, ordenar y ejecutar el exterminio de mexicanos deben tener su ejemplar castigo, en nombre de aquellos que eligieron un cambio radical en la política mexicana.
El pase a la Historia no está en las obras faraónicas, en las grandes inauguraciones, sino en la satisfacción de los ciudadanos, la creación de oportunidades para todos y la paz para poder desarrollarse a plenitud.
Apenas es un paso el que se ha dado.