Margarito Escudero Luis
Dicen que cada quien es el arquitecto de su propio destino o sea, uno es el responsable de las consecuencias de los actos propios.
También se afirma que la vida pone a cada quien en su lugar… entonces la arquitectura del destino pasa a otro nivel.
La vida te lleva por caminos que ni te imaginas, cuando lo que planeaste o supusiste que sería tu vida era totalmente lo contrario.
Entonces, cuando las cosas salen mal, le echas la culpa al universo que no conspiró a tu favor, pero si tú eres el arquitecto ¿entonces?
Así que lo que se dice por ahí debe ser motivo de análisis antes de aceptarlo como verdad absoluta, a veces solo funciona para ocasiones muy especiales y varían según las circunstancias.
La vida da muchas vueltas (eso dicen) y en una de esas te deja en el mismo lugar del cual partiste, o sea no avanzaste, no fuiste a ningún lugar a pesar de haber andado.
Entonces comienzas a pensar que tal vez hubiera sido mejor hacer una planeación, un programa de vida perfecta, para que a estas alturas estuvieras en un lugar privilegiado, tranquilo, sin estrecheces.
Pero eso ya no es posible, ya estás aquí, justo donde ahora cuestionas tu existencia y pretendes explicar que la vida te trajo hasta aquí sin resultados claros, sin cuenta en el banco, sin propiedades.
Pero anduviste el mundo, un privilegio que otros no pueden contar, y pues… se debe pagar el precio, tal vez lo consideres muy caro, pero ese es el precio y no te queda de otra.
Tuviste el valor de ver la vida de otra manera, de no aceptar lo que te imponía la sociedad, de no ser domesticado, obediente de acuerdo a lo establecido y buscaste por otros terrenos lo que tus congéneres no entendían, nunca lo entendieron y te trataron de loco, desadaptado, pero feliz, desde tu punto de vista.
Te llamaste a ti mismo “rebelde”, disfrutaste las mieles de la libertad, no fue la vida la que te llevó por caminos diferentes a los usuales, fue el viento de tu mente el que marcó camino.
Ese viento que hoy sopla en una dirección y en un rato más cambia, un influjo que nunca supiste de donde venía, pero te hizo cambiar de rumbo en innumerables ocasiones, la idea era no seguir la línea recta, aburrida y soporífera.
Nunca aceptaste los convencionalismos, esos no cabían en tu mochila de sueños, pues la mayoría los seguía a pie juntillas para preservar la armonía en todos los grupos donde se mueve la gente.
Así la familia, el aula de clases, la oficina, el gobierno podían estar tranquilos y poder vivir en esa ilusión a la que llaman paz.
Nunca supiste si el destino te empujaba o te jalaba, solamente fuiste hacia donde una luz te llamaba, como los gatos que en la oscuridad, avanzan hacia el punto luminoso sin saber que ahí pudiera estar la muerte.
Emoción y adrenalina, dos ingredientes necesarios para dar sabor a la existencia, inseparables en una mentalidad que no acepta reglas, en constante choque con la figura autoridad.
¿Otros como tú? ¡Sí! ¡Muchos!, todos dispersos en el camino, nadie en una fila armónica esperándote, hasta parecían encuentros fortuitos, casualidades hermosas que le dieron sentido a tu forma de pensar, libertad con el único límite de permanecer con vida.
Así pudiste conocer distintas formas de enfrentar los retos de la rebeldía, diferentes maneras de manifestar el amor, la alegría, el dolor y las tristezas, colores del mundo ocultos para muchos, sonidos del viento inaudibles para aquellos que prefirieron la comodidad social, cánticos escondidos en las piedras, lejos de la maraña donde no tienen cabida.
Otros como tú se desperdigan por todos los rumbos, prefieren alimentar más a su alma que a su ego, es mejor reverenciar a la naturaleza que a los dioses de la civilización.
Otros como tú con el espíritu fuerte, esperan deshacerse en el viento antes que pudrirse en una tumba.
Pero puede que el precio sea doloroso, puede que al final vuelvas la mirada atrás.
Más allá del horizonte un sol te espera, jamás llegarás a ese lugar, pero el gozo está en el camino, en esa sinfonía multicolor que ofrece el mundo a aquellos que se atreven a desafiar a quienes dictan las reglas, a quienes imponen voluntades, a quienes arrebatan vidas.
La vida da muchas vueltas (eso dicen) y en una de esas te deja en el mismo lugar del cual partiste, o sea no avanzaste, no fuiste a ningún lugar a pesar de haber andado.
Locura, dicen unos, decidiste llamarlo libertad. ¿El destino te puso ahí? O tú hiciste a un lado al destino. Jamás tu mente será confundida, supiste en un momento específico que estabas rompiendo con todo aquello que los demás esperaban de ti.
No habrá documento que reconozca tu atrevimiento, no tendrás una medalla en el pecho por ser libre.
Y si algo quieres dejar como huella de tu paso en este mundo, debes contar esa aventura, debes decir a que sabe la libertad, gritar que más allá del pavimento y los estrictos horarios, hay un mundo que les han escondido por siglos, allá donde los pájaros y las nubes conviven, donde los ríos y las piedras se besan, donde el viento y los árboles se abrazan, donde el único límite es permanecer vivo.