Revelaciones
Margarito Escudero Luis
Todos los movimientos revolucionarios y los golpes de estado dados en el mundo entero a través de la Historia, han tenido un costo muy elevado para la población.
Los nuevos gobiernos, encabezados, ya fuera por un dictador o un movimiento de liberación, han tenido que enfrentar situaciones muy difíciles que, en la mayoría de los casos fueron resueltos a garrotazos, o mediante persecuciones y encarcelamientos de los opositores.
El ajuste para la verdadera operación del nuevo gobierno no se da de la noche a la mañana, ni siquiera en un corto plazo de varios años.
Los movimientos históricos requieren de mucho tiempo para madurar, algunos avanzan rápidamente pero bajo pesadas presiones para la sociedad, como la supresión de sus derechos.
En el caso de México, un significativo avance económico se dio durante la dictadura de Porfirio Díaz, nuestro país logró insertarse en el ámbito de la modernización del mundo en aquella época, pero el costo social fuel muy elevado, puesto que se dieron exageradas concesiones capitalistas ahorcando totalmente al grueso de la población.
Justo como estaba ocurriendo en los últimos 30 años, desde que Miguel de la Madrid Hurtado comenzara a implementar las medidas neoliberales.
No todos los países del mundo tienen una vocación capitalista, los orígenes propios de cada nación determina el modelo a seguir durante su desarrollo.
Desde su nacimiento, el capitalismo requirió expansión sin medida, así que sus principales protagonistas inventaron códigos y leyes acordes con sus propósitos; por eso los negros fueron considerados animales; los indígenas precolombinos tratados como salvajes; sólo una religión podía existir para la expansión capitalista y la muerte era el castigo para quienes lo negaran.
Todavía en la Alemania Nazi consideraban a cualquiera que no fuera blanco, como de raza inferior y por lo tanto sojuzgable.
Así, a punta de lanzas, flechas, espadas y religión, fue imponiéndose un sistema de depredación y humillación que ha llevado a la humanidad a un punto de exterminio sin que eso importe a los grandes empresarios que consideran todo lo existente como una mercancía.
Actualmente, en México la transformación prometida por el presidente Andrés Manuel López Obrador, ha encontrado innumerables obstáculos, argumentaciones basadas en el régimen que se niega a morir y aceptando una libertad de expresión que lo lleva a soportar, además de las críticas, un sinnúmero de diatribas, mentiras, descalificaciones, amenazas, injurias, atentados y falsas argumentaciones basadas en la forma de hacer de las pasadas administraciones.
Quienes sostienen todo lo anteriormente mencionado, extrañan la forma corrupta de actuar de los funcionarios, mientras que los actuales no pueden aplicar lo que no saben, caen en el error de seguir como antes o malentendiendo los principios básicos de la 4T, cometiendo una serie de errores que se convierten en armas para el enemigo.
No todos los países del mundo tienen una vocación capitalista, los orígenes propios de cada nación determina el modelo a seguir durante su desarrollo.
Mientras la guerra de palabras continúe, no se notará el avance. Los medios de comunicación conocen su fuerza y, aliados con los que pierden sus privilegios y con recursos suficientes, no dudan en mantener esa contienda intentando deteriorar la imagen del presidente y buscan que el grueso de la población que vota, cambien sus preferencias y vuelvan al redil de la explotación, del saqueo, de los bajos salarios, de outsourcing, de la riqueza para unos cuantos y la pobreza extrema para millones de mexicanos.
Durante años, los presidentes priistas y panistas, pidieron a los ciudadanos “apretarse el cinturón”, a soportar “medidas dolorosas pero necesarias”, obligaron a la gente a través de diputados y senadores, a aceptar la privatización de la riqueza y a hacer pública las deudas de los millonarios para que se pagaran con los impuestos de los mexicanos (Fobaproa).
Volver a eso sería retroceder. Se le dio la oportunidad a una propuesta diferente, una promesa de justicia social que apenas comienza a encaminarse, tropezando gracias a la mentalidad de los actuales funcionarios que piensan que todo puede hacerse como antes.
El mismo presidente da el poder al pueblo, desde la misma campaña se repitió incansablemente: “Sólo el pueblo puede salvar al pueblo”, “Sólo el pueblo organizado puede salvar a la nación”.
Mientras la guerra de palabras continúe, no se notará el avance. Los medios de comunicación conocen su fuerza y, aliados con los que pierden sus privilegios y con recursos suficientes, no dudan en mantener esa contienda intentando deteriorar la imagen del presidente