ERNESTO BRAVO
Notables por su porfía y necedad. Expertos en la malicia y plagados de mañas mil. Sin el menor precepto de la civilidad, ahitos de vicio y pachorra. Regodéanse en la maledicencia contra sus mismos semejantes…
Son los mismos ígnaros que celular en mano critican, denostan, envilecen hasta el hartazgo, riduculizan, minimizan y reniegan del gobierno en sus tres niveles.
Los mismos que les vale madre el esfuerzo de miles de mexicanos que están en la primera línea de contención de la actual pandemia, ya sea en hospitales, centros de abasto o comercios y servicios esenciales.
La misma plebe rumiante que adora y ensalza al sátrapa del pasado y se mofa de quienes se empeñan en un cambio radical en favor de esa misma plebe rumiante y asilvestrada.

Per sé son una verdadera plaga. Desobedientes, inciviles e irresponsables. Son los mismos que aplauden al crimen organizado por la entrega de despensas adquiridas con el dinero de la tragedia de gente trabajadora. Esas despensas están bañadas con sangre y hieden a drogas, extorsión, secuestro y cobro de piso…pero las reciben con singular desvergüenza, propia del lacayo ignorante. Sin embargo se quejan de las despensas otorgadas por el gobierno, sobrias, adquiridas con el dinero de los impuestos de millones de mexicanos.
Es indignante, arde la cara de vergüenza y rabia por saber que están por todas partes, observar su conducta retadora contra policías que les incitan (que no ordenan, como debería ser) a usar cubre bocas, a guardar distancia, a observar los protocolos repetidos hasta el cansancio para evitar en lo posible contagios masivos.

Emputa verlos retar a la autoridad, sabedores que hay órdenes de, por el momento, no usar la fuerza contra quienes desacaten las medidas sanitarias. Porque eso sí, hasta el más desarrapado y mugroso alardea: “no sabes con quién te metes”, “no te la vas a acabar”, “ahorita le llamo al licenciado X y vas a perder la chamba”… así de cortos de miras; así de inconmensurable es su imbecilidad.

Muchos (no todos, aclaro) urbaneros, taxistas, conductores particulares; expendedores de pollo crudo, verduras, baratijas, alimentos preparados, pan, etc., no están acatando la instrucción sanitaria de uso de cubre bocas y sanitizar sus manos frecuentemente y de pedir a sus clientes que guarden la distancia prudente. Pululan por la ciudad tan desenfadados exponiendo y exponiéndose a un contagio inminente.

¿Qué demonios pasó con el porteño afable, alegre y trabajador de hace 30 años? ¿dónde quedaron esos paseos nocturnos por la ribera del río a la luz de las farolas y con el fresco aire con sabor a mar? Ya no existe la cortesía propia de las añejas familias del puerto tanto adineradas como de clase media o pueblo llano. Ya no existe el hábito de barrer la banqueta al amanecer y “regarla”, el “buenos días, vecino” está en franca desaparición pues ya no sabemos quiénes son nuestros vecinos; los buenos modales y civismo de antaño se han perdido estrepitosamente. Estamos en una franca regresión a la barbarie y salvajismo.

Cuán diferente sería nuestro Coatzacoalcos si quienes lo habitamos fuésemos corteses, prudentes y buenos ciudadanos. No sumisos, no fanáticos; solo buenos ciudadanos observantes de la ley y las buenas costumbres.
Nuestra Ciudad de las Avenidas, aún con sus calles bien alumbradas y obras en proceso, con su mercado Morelos en remodelación y con un futuro promisorio ante el inminente impulso a la zona industrial, nuestro Coatzacoalcos, está siendo invadido desde hace una generación por la Corte de los Milagros; sucios, ignorantes, asilvestrados y bravucones amantes de los narcocorridos, las chanclotas y bermudas a media nalga y media rodilla, con su andar de pelotero caro, soberbio en su miseria.

Por STAFF