Parábola X
Plinio Soto Muerza
Para cuando los gobiernos en todas partes se apresuraron para enviar a sus ciudadanos al confinamiento por la aparición y propagación del Covid19, en muchas naciones se veían poderosos movimientos sociales que reivindicaban cambios de profundidad en las estructuras económicas y políticas.
Así en Chile, Bolivía, Francia, España, así como en Irak, y una larga lista de países, desde los ecologistas hasta las feministas, por todo el mundo se tomaban las calles para salir a protestar y cuestionar las formas de desarrollo que el capitalismo mundial, en su faceta neoliberal, tenía como resultado: creciente desigualdad, concentración del poder económico y política en oligarquías locales, y una devastación gradual del ecosistema mundial.
Con un mundo en movimiento, vino el confinamiento global. Por todos lados el miedo a contagiarse hizo mella en las movilizaciones, los ciudadanos se resguardaron en sus casas, la economía global se detuvo y sobrevinieron las alertas de una nueva depresión económica, los expertos financieros proyectaron decrecimientos económicos, aumentos en los niveles de desempleo, y por lo tanto, un deterioro en el nivel de vida de los habitantes de todo el mundo conocido. Un escenario muy cercano a las visiones apocalípticas de algunas novelas de última aparición.
Durante el confinamiento global, las causas de los movimientos sociales parecieron dormir por semanas. Las personas en sus casas aguantaron encierro, escasez de alimentos y presiones de todo tipo. Algunos gobiernos respondieron de forma eficaz, y otros entraron a un espiral de desaciertos que contribuyeron al aumento de los propios contagios por Covid y vieron cada día crecer el número de fallecidos por esta pandemia del siglo XXI.
El caso de los Estados Unidos será por siempre, el más representativo de los gobiernos ineficaces durante la crisis sanitaria global. La actitud del presidente norteamericano ha sido todo lo contrario a lo que se hubiera esperado de un liderazgo nacional frente a una crisis. De una posición negacionista del virus, pasó a la actitud belicosa ante China, amenazando con mayores medidas económicas para acrecentar su guerra comercial que mantiene con la potencia asiática desde el 2018, hasta llegar a la indolencia absoluta al priorizar la economía por encima de la salud de sus ciudadanos.
Con el mayor número de contagios y fallecidos, en mucho por la ineficaz respuesta gubernamental a la crisis, Donald Trump se apresuraba a levantar la emergencia y reabrir la industria, el comercio y en general reactivar la golpeada economía norteamericana, cuando desde las entrañas de las contradicciones sociales emergió potente un de los mayores movimientos sociales de protesta del que se tenga memoria en ese país. La chispa: el asesinato del afroamericano George Floyd, en la ciudad de Minneapolis, a manos de la policía local, en una acción que se inscribe en la maldita cultura de brutalidad policiaca de ese país.
Asistimos a un reinicio de los movimientos sociales, con el primer acto post pandémico por Covid19, que desmonta la absurda idea de que por el miedo al contagio los pueblos del mundo se mantendrían alejados de las calles.
El caso de George Floyd, que se suma a una tiste lista en los Estados Unidos: Tamir Rice (2014), Freddie Gray (2015), Michael Brown (2014), por citar los más recientes, ha generado un amplio y potente movimiento social que cuestiona una de las bases más inquietante de la nación del norte; su persistente racismo en la sociedad. Un racismo que ha sido alentado incluso desde la propia administración de Donald Trump, y fortalecido por la visión supremacista del equipo gobernante de la Casa Blanca.
Como en Detroit en 1967, el movimiento social generado por el asesinato de Goerge Floyd abre un nuevo capítulo en la sociedad norteamericana, y en general de los movimientos sociales, con la salvedad de que este movimiento se ha potencializado a nivel global en forma instantánea, gracias a las nuevas tecnologías, y aparece justo en el momento del aparente fin del confinamiento, y en medio de una profunda crisis estructural en la sociedad y economía norteamericana.
Asistimos a un reinicio de los movimientos sociales, con el primer acto post pandémico por Covid19, que desmonta la absurda idea de que por el miedo al contagio los pueblos del mundo se mantendrían alejados de las calles. Las protestas en los Estados Unidos nos dan luces de lo que puede venir en el mundo cuando las contradicciones sociales acumuladas no han sido resueltas y al contrario se alientan desde el poder.
La crisis económica, política, social, ecológica, de la principal potencia capitalista en el mundo, nos habla de lo que se puede esperar a nivel global si los pueblos toman su papel en las calles.
Estamos ya en tiempos muy confusos, entre virus, pandemias, crisis, ineficacias gubernamentales, violencia, discriminación, exclusiones, abusos policiacos, desempleos y demás que se le agregue a la lista; los pueblos sin duda deberán tomar sus decisiones cruciales, y en forma de acción colectiva, hacerse de su propio destino.