Parábola X

Plinio Soto Muerza

La humanidad siempre ha vivido entre crisis recurrentes: económicas, políticas, sociales, religiosas, alimenticia, etc. Desde tiempos inmemoriales vivimos con ellas y cuando se cree que ya superamos una, nos sorprende otra de mayor intensidad. .A una época de esplendor le sobreviene una etapa de crisis.

Los grandes imperios han caído porque no lograron superar sus contradicciones que se expresaron en crisis que fueron minando sus apoyos y disminuyeron su capacidad de respuesta. En teoría política, las crisis son precisamente cuando un poder encuentra comprometida sus capacidades de solución a las demandas sociales. Cuando por ejemplo, un conflicto escala en intensidad y desde el poder político no hay respuestas se produce una crisis que le repercute en sus consensos sociales, internos y externo.

Por otro lado, también es cierto que en ocasiones las crisis se heredan, se “contagian”, y toman desprevenidos a poderes constituidos que gozan de alta confianza entre sus gobernados, y en ese momento se ponen en práctica todas las capacidades de respuesta que se dicen poseer. En el caso contrario, un poder aparentemente sólido, con la llegada de una crisis que no esperaba, se desvanece en el aire.

En nuestro país, las crisis nos acompañan desde hace ya más de 40 años, en forma ininterrumpida, y sólo por momentos hemos gozado de ciertos periodos de tranquilidad, pese a que en ellos aún se expresaba los efectos de la crisis para grupos sociales excluidos y marginados de las mieles del desarrollo. Por ejemplo, en el salinato, aparentemente periodo de estabilidad económica, escondió una crisis profunda en los pueblos indígenas, que estalló el 1 de enero del 94 y que resquebrajó en meses posteriores todo el aparato estatal.

Como parte de la generación X, la palabra crisis me ha acompañado toda la vida. Cuando llegó cierta estabilidad económica al país, la crisis política sustituía a la primera y viceversa; o vimos aparecer otras más. En una vorágine de sucesos, llegamos a la crisis de valores, a la crisis de seguridad, a la crisis religiosas, a la ambiental, y ahora, como si no hubiéramos resistido una y mil veces, nos toca vivir la crisis sanitaria en su variante global y no sólo local.
Escuchar que compañeros de generación ven morir a los padres que quedan y que aumentan los casos de fallecidos también por el Covid19 entre la generación que vivió la aparición del Atari viendo las serie de Remi, o señorita Cometa, causa una sensación de abandono.

En términos del debate de la política, la generación que luchó desesperadamente por la democracia y contra un régimen autoritario, la crisis por el SARS-CoV-2 es una lucha emergente que hay que afrontar con grandes capacidades. Si bien no es un asunto generacional la política, es cierto que la crisis que vivimos cambiara las formas de percepción que tenemos de nuestras generaciones políticas.

Actualmente desde el poder público, una nueva forma de hacer y entender la política se viene abriendo camino. Recogiendo las miles de experiencias sociales de lucha, se tiene una expresión gubernamental que cuenta con el respaldo mayoritario del electorado, donde se observa una fuerte presencia de jóvenes, que están viviendo una crisis global que les marcara en su futuro.

Una tragedia se avecina si a nivel local la representación política profundiza crisis innecesarias.

El reto mayor del actual gobierno, que reivindica la transformación, es enfrentar una crisis que sin duda alguna no tenía contemplada ni programada. La crisis le llegó desde fuera y con una fuerza insospechada. A la crisis sanitaria, se le agrega la económica, política, de valores, todas juntas al mismo momento. .Además, la crisis global del capitalismo, la crisis que pone a la humanidad al borde de un precipicio, se debe de afrontar a nivel nacional, lo que significa que todas las capacidades deben de ponerse a prueba y ponerse en movimiento. La teoría deberá ser praxis y esta a su vez convertida en teoría. No hay espacio para la duda ni para los errores.

Al momento excepcional que vivimos a nivel global, combinado con las recurrentes crisis nacionales que ha marcado a una generación que hoy despide en forma trágica a sus padres, se le debe de anteponer la mayor de las capacidades y los oficios, porque desde la sociedad y sus generaciones se esperan respuestas.

Dicen que las crisis son también espacios de oportunidades, lo que me lleva a pensar que la oportunidad de transformación radical es hoy o no es nunca, pero claro, esta no se lograra con ineptitudes y limitaciones propias de personajes grises y poco claros. Lo que vivimos también es la oportunidad de ver de qué tamaño son las capacidades de aquellos que dicen representar la transformación que la sociedad exige.

Una tragedia se avecina si a nivel local la representación política profundiza crisis innecesarias. Ya comentaremos sobre ello.

Por STAFF