Parábola X


Plinio Soto Muerza

Desde el confinamiento domiciliario al que estamos obligados millones de personas para evitar la propagación del virus SAR 2, intentando romper las cadenas de transmisión de dicho virus, con rostros de preocupación y ya con algo que muchos dirían que es miedo, vamos asistiendo todos los días al espantoso ritual donde se anuncian en todos los países, las cifras mortales que deja la pandemia del Covid 19.

Algunos países dan cuentan alegres y optimistas, pero otros nomás no dan mejores noticias que un día anterior. Como reloj sincronizado para la hora de los muertos, nombres y nombres se asientan en las cifras oficiales, y otros tantos van a la listas extraoficiales. A nivel global la pandemia y sus estelas no dan tregua, y los contagiados crecen en regiones como nuestra América Latina, donde cabe por justicia decirlo, la República hermana de Cuba, es un verdadero oasis y una esperanzadora excepción.

Donde se creía que se podían iniciar masivos desconfinamientos, las noticias dan reversa de las medidas, y donde paulatinamente se abren las puertas, las exigencias de cuidados se extreman con el malestar de una ciudadanía que empieza a dar visos de un cansancio por todo, que provoca actos suicidas en algunos que retan al virus: “que me contagie de una vez”, han dicho los convocantes a fiestas de riesgo e irresponsabilidad.

En México la cifra, la espantosa cifra rebasó hace días los 50 mil muertos, y al día de hoy 10 de agosto, la cifra es de 52,298, siendo ya el tercer país con mayor número de muertos, por debajo de Brasil y de los Estados Unidos, que encabezan la negra lista con más de 100 mil y 170 mil respectivamente. La danza de los muertos ya es impresionante: 732 mil a nivel global, más los que se acumulen en estas horas.

Sin llegar aún a los escenarios apocalípticos de las novelas distópicas de principios de siglo, tan populares entre los jóvenes de la generación Z, como maze runner, las plataformas digitales de noticias dan cuenta de un estado de ánimo que oscila entre la más completa incertidumbre hacia el futuro y la más trágica aceptación de un destino inexorable. La traducción a nuestra realidad no es otra cosa que un muy nacional “valemadrismo” ante la pandemia: “si me cuido, de todas maneras me puedo contagiar”, dicen algunos, al “para qué me cuido” dicen los otros.

En medio de la reflexión sobre la espantosa cifra, la historia de la señora de las flores que vende a la vuelta de mi casa, llama la atención. Desde que empezó la pandemia en ningún momento la he visto portar cubrebocas. Siendo parte de la población más vulnerable, con sus 60 años a cuestas, abre su negocio de flores a las ocho de la mañana, y lo cierra pasada la media noche. Vende flores desde hace ya más de 20 años, en el mismo lugar, enfrente de la entrada principal del Panteón municipal  Juan de la Luz Enríquez, 

En los últimos días he visto como familiares de fallecidos por Covid 19 le han comprado flores. A pesar de que no pueden entrar al entierro muchas personas, las que ingresan pasan por sanitización y uso obligatorio de cubrebocas y gel antibacterial, en los cortejos de despedida amigos y familiares acuden por igual. A todo esto la señora de las flores responde muy seria: “ya Dios dirá”.

Con extrañeza por decir lo menos, todos los días que paso por su local de flores ya no sé qué pensar. La cifra no baja, la pandemia es tan real como los trabajadores de las funerarias que vestidos de pies a cabeza con trajes especiales, cubrebocas y lentes protectores, todos los días hacen su labor; pero a la vecina parece que nada de las noticias y notas globales le hace mella. Ella está sumida en su mundo paralelo, vender flores para vivir sin preguntar nada y sin responder nada.

Espero en verdad que no se contagie, que tome las medidas adecuadas y necesarias, porque así contribuiría al cuidado de la comunidad que la rodea. Tal vez ella no se interese por la espantosa cifra cotidiana que deja la pandemia; no ve las noticias instantáneas que se suceden y su negativa a usar celular sin duda se lo permite. Pero de su salud también depende la salud de los demás que todos los días circulan por esa acera, ya de por sí de riesgo al tener el cementerio enfrente y el hospital de especialidades del IMSS, a tan sólo dos cuadras, donde se encuentran internados pacientes Covid de toda la zona centro de Veracruz. Ojala ella y muchos al igual que ella, entiendan que no es una mala broma lo que acontece en el mundo, y que de la actuación de hoy podremos vencer las incertidumbres que se ciernen.

 

 

Por STAFF