Parábola X

Sólo la fuerza moral del Presidente y las políticas que ha implementado unen lo que parece insalvable: una composición plural y diversa de un amplio movimiento.

Plinio Soto Muerza

Siendo el partido del Presidente que más legitimidad ha logrado en una elección, y con un alto porcentaje de aprobación entre la ciudadanía, morena vive hoy en medio de contradicciones propias de su composición plural y multiclasista, propio de un movimiento que tiene diversas fuentes de origen.
En el anterior artículo, comentaba el problema del padrón interno de morena, como uno de los factores claves para entender su actual momento.

Sin padrón desde hace dos años, le fue imposible ir a un proceso electivo interno para elegir a su nueva dirección política.

Las causas de la falta de padrón interno, que lo pondrían en la categoría de un partido político institucionalizado, evidencian exactamente lo que es morena; un amplio movimiento que expresa múltiples contradicciones que mueven hoy sus resortes internos. Por definición, un movimiento nunca podrá tener un padrón definido, lograr ese ansiado padrón de militantes, llevaría a morena a dar un paso decisivo en su conversión a partido.

Por otro lado, hay otro factor que sin duda influye en el actual momento delicado para el “partido” del Presidente, y es un factor evidentemente político, es decir, de poder.

Cuando en julio del 2015 los resultados reflejaban un avance impresionante de morena en su primera incursión electoral a nivel federal, en muchas regiones, grupos políticos de diversas tendencias empezaron a vislumbrar una alianza con el nuevo partido.

La única condición que se presentaba para su incorporación era la aceptación de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, y apoyar su campaña hacia la presidencia de la República. De tal manera, en muchas regiones, diversos liderazgos locales provenientes del PRD, incluso del PAN y del propio PRI, iniciaron su conversión hacia el partido guinda.

De la sociedad también amplias capas de los diferentes movimientos sociales aceptaron la mano tendida para participar electoralmente bajo las siglas de morena.

Lo que se vino después entre agosto del 2015 y agosto del 2016, fue una sangría en el PRD, y desprendimientos locales importantes del PAN y del PRI que fluyeron hacia morena. Los movimientos sociales también aportaron valiosos cuadros que fortalecieron las expectativas de triunfo.

Las elecciones locales en el estado de México y en Veracruz, que dieron excelentes resultados a morena, vinieron a confirmar la tendencia a la alza del partido y la confirmación irrefutable que Andrés consolidaba sus preferencias electorales.

Entre los fundadores de morena y los nuevos afiliados, actores políticos locales de diversas tendencias, se creó una especie de acuerdo no escrito, donde todos cabían y todos contaban.

La estrategia electoral exigía la apertura de candidaturas, de liderazgos, de estar juntos y revueltos, donde bien cabía un ex socialista de los setenta, con una feminista de nuevo siglo, un ex miembro del movimiento yo soy 132 con un ex regidor del PAN en Xalapa por ejemplo.

Todos cabían y todo estaba perfecto, el pegamento vital era la candidatura presidencial, y en aras de ese objetivo todo podía ser. La construcción como partido podía esperar.

La decisión de no afiliar se derivó de la necesidad de proteger al partido, que veía imparable su imán de atracción.

El aglutinamiento diverso es el factor político que explica en mucho la actual etapa de morena. En los ámbitos locales se fueron creando nuevas estructuras y relaciones de poder entre grupos políticos regionales, que aceptando la idea de empujar lo “federal”, en cambio obtenían la posibilidad de seguir actuando en política bajo otra bandera que los cobijara.

En esencia la estrategia no fue incorrecta electoralmente, sino todo lo contrario, fue clave para el éxito del 2018. En los meses que van de enero a mayo del 2018, quienes se optaron por definirse a favor de morena encontraron aún buena recepción y abrazos. Y una vez ganada la elección, el corrimiento hacia el nuevo partido triunfador fue avasallador.

En las reuniones municipales, de reuniones de fundadores de 30 o 40 personas, se vieron reuniones de hasta 100 o más personas. Con el triunfo electoral todos querían ser parte del triunfo, y las puertas estaban aún abiertas.

Sin embargo, y muchos no lo sabían, su membresía estaba detenida, porque el padrón se había cerrado. La decisión de no afiliar se derivó de la necesidad de proteger al partido, que veía imparable su imán de atracción. Y las cosas empezaron a entrar en contradicción.

A los fundadores en buena parte del país, se les empezó a relegar, quienes llegaron a puestos de elección bajo acuerdos políticos locales y regionales empezaron a formar sus propias expresiones, y empezaron a actuar de una u otra forma a favor o en posición contraria de los dirigentes que alzaron la mano para la sucesión interna.

Iniciaron los dimes y diretes de los partidarios de Bertha Lujan, de Yeidckol Polevsky, Alejandro Rojas, Mario Delgado y últimamente de Porfirio Muñoz Ledo. Lo que quiso evitar el espíritu fundacional de morena, la creación de corrientes y tribus, al final se dio por la propia condición de la política: la conquista de espacios de decisión, es decir, de esferas de poder político.

A niveles locales la situación empeoró, y de la noche a la mañana, quienes eran considerados fundadores de morena, y militantes históricos de la izquierda, fueron desplazados por los nuevos recién llegados de grupos de intereses políticos regionales.

Pero también se dieron casos donde algunos fundadores, acuerparon a los nuevos “militantes” y obtuvieron de ellos, el reconocimiento y espacios de poder. En Veracruz, algunos fundadores se les vieron muy de cerca con representantes connotados del PRI de la era de Fidel Herrera, o peor, de Miguel Ángel Yunes.

El factor político de la política pegó en morena con una fuerza brutal, que hoy se bate entre sus contradicciones que ponen en riesgo el proyecto partidario.

Sólo la fuerza moral del Presidente y las políticas que ha implementado unen lo que parece insalvable: una composición plural y diversa de un amplio movimiento.

El engrudo de morena estaba ya hecho nudos para cuando inicio la pandemia y el confinamiento nacional, después claro de unas asambleas en noviembre del 2019, que evidenciaron las contradicciones.

Superar el engrudo reclama no sólo una voluntad política de los dirigentes, sino más aún, la definición propia de los miles y miles de simpatizantes del movimiento que logró la victoria hace dos años y que sin duda se expresa en hasta donde se quiere llegar en los procesos de cambio político: si se quiere adoptar una posición reformista, o bien se quiere y se busca una radical transformación de la vida social, política y económica del país. Pero de eso hablaré en la próxima entrega.

 

Por STAFF