Parábola X
Plinio Soto Muerza
Toda guerra puede ser evitada, no hay razones para creer lo contrario, sin embargo, en nuestra modernidad, con todas las páginas de sufrimiento y dolor de los pueblos, no sólo se niegan a evitarlas, sino que las promueven cada vez con más odio y rencores. Lo que sucede entre Ucrania y Rusia, nos cambia el sentido del futuro que nos espera.
Apenas levantando la vista a causa de una pandemia que transformó radicalmente la percepción del mundo que teníamos, incluyendo la falsa seguridad de que habíamos domado la naturaleza, una nueva guerra, evitable desde hace por lo menos ocho años, nos sacude nuestra realidad y llena el mundo de preocupaciones y ansiedades. No hace mucho, se extendieron los conceptos de globalidad, economías y mercados comunes, del efecto mariposa, y se habló de niveles de interrelación global nunca antes visto en la historia. Las naciones se hicieron pequeñas, uno podía hablar instantáneamente con un amigo en Australia, un becado en Moscú hablar con su mamá en Veracruz y contarle que desayunaba, o bien, recibir mensaje al momento de ocurrir un accidente en cualquier parte del mundo: el único requisito es contar con un acceso a internet.
El mundo de los humanos sin embargo carga aún la estupidez de la avaricia, el control de los pueblos por unos cuantos, la prevalencia del interés económico, la guerra como medio para producir riquezas y poder. En los últimos siglos, el capitalismo y su famoso espíritu de competencia se ha impuesto sobre el sentido de colaboración que nos hizo sobrevivir en los albores de la humanidad. La guerra de hoy, evitable a todas luces, nos recuerda que al frente de gobiernos imperiales, toman decisiones perfectos descendientes de criminales. Para ellos, el dolor y el sufrimiento de los pueblos, es parte de la necesaria cuota a pagar para generar y concentrar riquezas. La guerra entre pueblos hermanos, que pelearon juntos contra el nazifacismo que destruyó sus entornos, pudo y debió ser evitable, bastaba voluntad en los centros financieros imperiales. Al final, para los imperialistas la guerra les gusta, saborean la sangre de los pueblos.
El mundo de los humanos carga aún la estupidez de la avaricia
Vemos hoy en las noticias, terribles imágenes, los medios de comunicación hegemónicos se escandalizan por rostros sufriendo el horror de una guerra, transmiten que, desde la segunda guerra mundial, Europa no vivía tal sufrimiento, y de un plumazo borran la guerra en lo que fuera Yugoslavia, y ocultan con saña lo vivido en Belgrado, rescatando a lo más, lo padecido en Sarajevo o en Kosovo. La hipocresía llega a niveles cínicos y los medios en el mundo del internet viven momentos impensables para la libertad.
La hipocresía y la guerra se combinan a la perfección, un nuevo enemigo mundial ha aparecido, no importa que su gobernante, haya advertido durante largos años, que no era posible construir un mundo común bajo amenazas. La guerra comercial se extiende hoy a una guerra en los viejos términos de la guerra fría.
Cierto, no hay guerras buenas ni malas. una guerra es dolor, sufrimiento, hambre, todos los males en un momento para millones de seres humanos. No aprendemos como especie, o más bien, desde los centros financieros globales del imperio del capital, no se quiere que se aprenda a vivir en común para lograr desarrollos entre los pueblos; se pretende el olvido permanente, la competencia y la concentración del poder para algunos. La guerra actual entre Rusia y Ucrania, pudo evitarse, se debía haber evitado, como debía haberse evitado el sufrimiento de los palestinos, sirios, libios, iraquíes, como pudo evitarse entre los bosnios, serbios, y una larga, pero muy larga lista. Hoy como siempre, la guerra es hipocresía, la hipocresía es la guerra imperialista.