Por Plinio Soto Muerza
Cuando el presidente AMLO dio el banderazo de salida a la sucesión presidencial, a sólo tres años de su administración, algunos pensaron que era muy prematuro hablar del tema. Lo que la mayoría de sus críticos no reparó, es que el presidente tiene sus tiempos, los cuales distan mucho de ser tradicionales o iguales al pasado. Él mismo siempre adelantó momentos, desde aquel verano del 2006 donde a pesar del fraude y de las campañas en su contra, anunciaba que recorrería el país, prometiendo visitar todos y cada uno de los municipios, a fin de llevar el mensaje de organización y resistencia, en una clara alusión de que volvería a estar en campaña. Así que el anuncio de la sucesión adelantada, se ajusta perfectamente a la forma de ser y actuar del presidente.
Lo que no deja de sorprender es que, hasta el momento, de los posibles aspirantes desde morena, ninguno sea hoy un puntero absoluto en las encuestas iniciales. Ni el canciller, ni la jefa de gobierno, ni tampoco el secretario de gobernación, han mostrado un desarrollo consolidado. Más bien todo ha transcurrido con especial cautela. Sabedores de que un error les puede costar literalmente, la candidatura. Pero lo sucedido hoy en la reunión del presidente con los diputados federales del partido movimiento, ha provocado un sinfín de especulaciones y grietas que no se consideraban apenas hace unas horas.
La figura del presidente es simplemente imposible de eclipsar, y mantiene la atención de toda la agenda pública. Todo hasta el momento gira en torno a lo que se dice, lo que impacta irremediablemente en los tonos y presentaciones de las aspiraciones de los posibles candidatos en el 2024. Por ello, el respaldo a su secretario de gobernación centra en lo inmediato la pregunta si ha dado una nueva línea, y ha dejado atrás a la jefa de gobierno de la Cdmx.
Hasta el día de ayer, quien pareciera que tenía el visto bueno del presidente, Claudia Sheinbaum, había venido mostrando ya abiertamente su posibilidad de ser la candidata, incluso encabezó algunos eventos masivos, donde escuchó el coro de “presidenta, presidenta”, mientras sus aliados abrieron acercamientos con referentes locales en varios estados, llevando por delante una estructura orgánica que se llama “Mexicanos por la 4T”.
Pero a pesar de su activismo y sus alianzas a veces incomprensibles en entidades claves, la falta de territorio pareciera que no ha logrado superar, a pesar de sus apariciones junto al presidente. Su anclaje en la Cdmx por la esencia de su cargo, y la complejidad política que vive ante el avance electoral de la oposición el año pasado, cuando se perdió la mitad de las alcaldías y las diputaciones federales y locales, sumado a ello el mal resultado en el revocatorio, le ha restado fuerza por la nominación. Hasta el momento, no ha logrado crecer como quisiera en la mitad de los estados de la república, principalmente hacia el norte. Si bien cuenta para lograr tal fin con una buena parte de la estructura del partido movimiento, lo cierto es que no tiene pulsado territorio; por eso le urge pedir licencia a su cargo y salir a hacer ya campaña en esa adelantada sucesión.
En otro punto se encuentra el canciller Marcelo Ebrad, quien, a pesar de no desplegar activamente sus actividades, mantiene una presencia enorme en la agenda nacional, gracias a las tareas que se le han encomendado en materia internacional, al grado de que sin hacer gran publicidad se mantiene en las encuestas como puntero en algunas o como segundo en otras, y con grandes simpatías entre importantes sectores del electorado, no sólo del partido movimiento, sino del conjunto de la sociedad. Su nombre ha recibido ataques principalmente por el sonado caso de la línea 12 del metro de la Cdmx, y la tragedia que significó el derrumbe del tramo sobre avenida Tláhuac. Sin embargo, el canciller Ebrad ha ido acumulando un capital político de gran importancia para la próxima sucesión. Será sin duda un actor clave en la decisión que viene.
La buena temporada, que arrancó hoy, es para el secretario de gobernación, el también tabasqueño Adán Augusto López Hernández, el cual ha venido acaparando luces en torno a diversos temas nacionales, que le han proyectado hacia todos los puntos, como un interlocutor válido para grupos sociales, políticos e incluso económicos, que no dudarían en reconocerlo como el sucesor de AMLO. Si su llegada al gobierno se distinguió por la discreción, hoy ha quedado claro que la cercanía con el presidente, y el desempeño propio han dado un giro completo, y desde el coro se ha escuchado “presidente, presidente”, privilegio que solo tenía la jefa de gobierno, que algunos dicen ya, ha sido retirada de la contienda.
En todo caso, los tres anteriores personajes, están cada quien en sus agendas y mirándose mutuamente, pero enfrente tienen un problema común, que se llama morena, el cual tendrá que resolver su pendiente organizativo, como es la difícil encomienda de actualizar su padrón y darle paso a la renovación de sus órganos de dirección, desde los comités municipales hasta su ejecutivo nacional. La hora de la definición de morena como partido ha llegado a su límite; o reorienta su institucionalidad y le da una salida legal estatutaria a su crisis, o se repliega a los acuerdos cupulares que anulen la participación de sus bases militantes dando paso a direcciones otra vez decididas desde arriba. El movimiento es vasto, plural, incluso contradictorio, pero la situación interna de morena como partido no puede darse el lujo de generar más conflicto rumbo al 2024.
Por último, de cómo se resuelva esta crisis, dos figuras anuncian que tendrán un papel estratégico en la construcción de la ruta en la sucesión del presidente AMLO: Ricardo Monreal y Fernando Fernández Noroña, quienes, desde sus posiciones, serán cruciales en el proceso que viene. Para algunos, los nervios de la sucesión ya les tocaron sus puertas.