Revelaciones
Margarito Escudero Luis
Definitivamente no son los libros que mueven a hacer una campaña desinformando y confundiendo al público que consume la programación de Tv Azteca; no es el contenido que preocupa al millonario.
Perder ganancias es una afrenta que no perdonan personajes de este tipo y buscarán desacreditar y destruir al osado que le arrebató el negocio que dejaba grandes utilidades con poco esfuerzo.
Así que aquello del libre mercado y la libre competencia sin reglas ni remordimiento alguno, es el modus para estar siempre en la cima.
Ricardo Salinas, dueño de Tv Azteca tenía un jugoso contrato con el gobierno de México en aquellos tiempos del neoliberalismo para imprimir los libros de texto gratuitos por aproximadamente 800 millones de pesos y a eso se le puede sumar el no pago de impuestos, pues todo era miel sobre hojuelas.
Pero todo lo que sube tiende a bajar (o caer, según sea el caso); nada es para siempre y todo por servir se acaba.
Si de verdad estuvieran preocupados por la educación en México, la programación de su televisora fuera de mejor calidad
Así que el coraje del súper millonario es porque el gobierno de México decidió cancelar el contrato con la compañía donde es accionista el dueño de la televisora e imprimir los libros de texto gratuitos en talleres del estado.
Si de verdad estuvieran preocupados por la educación en México, la programación de su televisora fuera de mejor calidad, educativa, promotora de la cultura y el aprendizaje, incitaría a la superación de las personas, fomentaría la convivencia en paz y procuraría comunidades preocupadas por el medio ambiente.
Impulsaría el arte de verdad en todas sus facetas, música, teatro, pintura, cine, literatura, poesía y tendría noticieros veraces con un auditorio participativo.
Evitaría la publicidad engañosa, de comida chatarra y exigiría calidad en los artistas.
Pero nada de eso es negocio rentable para el millonario. La publicidad excesiva es la que deja excelentes dividendos.
La mediocridad de la programación lleva a generar un auditorio mediocre, sumiso que aceptará lo que le den con tal de no tener que hacer más esfuerzo.
En cambio la calidad es exigente, tanto para el que ofrece su talento como para el receptor; es de más costo, lo que mermaría las ganancias.
No son los libros, pues entre más ignorante sea la muchedumbre, menos exigente es.