Revelaciones
Margarito Escudero Luis
Andrés Manuel López Obrador emprendió una larga batalla en contra de lo que él consideró el mal que más daño le estaba haciendo a México: la corrupción.
Desde que comenzó su andar rumbo a la presidencia de la República, señaló abiertamente al flagelo que inundaba todos los rincones de la nación, tanto en el ámbito público como privado, que alcanzó las más altas esferas de la política, desde donde se procuraba mantener ese status quo en beneficio de lo que, en ese recorrido, López Obrador llamó “la Mafia del Poder”.
En su larguísima campaña dejó claramente establecido que la única forma de que el país y los mexicanos pudieran avanzar, sería combatiendo y erradicando la corrupción.
Este mal estuvo y está tan arraigado en las mentes de los mexicanos que suponer que existe alguien honesto es motivo de burlas, tanto que cuando se atacan los formatos que hacen prevalecer a la corrupción, muchos se sienten ofendidos.
Ha sido común en nuestro país cometer actos de corrupción con facilidad, auspiciados y promovidos desde cualquier escritorio de algún funcionario público, desde sobornos para agilizar trámites hasta grandes esquemas de defraudación.
La corrupción erosiona la confianza en las instituciones y frena el desarrollo del país; provoca impunidad, pues se crea un ambiente complicidad, los corruptos rara vez son castigados, así la conducta corrupta se fortalece.
La corrupción obliga a esconder los procedimientos y hasta se ve como algo normal en la mayoría de los sectores de la sociedad.
En un ambiente así de maleado, ocurre como los pecados que todos notan, menos el pecador, el corrupto jamás se da cuenta que lo es y actúa con toda normalidad y cinismo en sus actos fuera de la ley.
Agrupados en su complicidad, generan desigualdad, pues la riqueza se concentra en unas cuantas manos y evita el desarrollo integral de la sociedad, genera desconfianza en las instituciones y en los individuos que las dirigen.
Ha sido común en nuestro país cometer actos de corrupción con facilidad, auspiciados y promovidos desde cualquier escritorio de algún funcionario público
Esa desconfianza lleva al descontento y de ahí a la descomposición del entramado social solo hay unos cuantos pasos.
El ex presidente López Obrador visualizó ese panorama y llamó al pueblo a zafarse del mal, por la vía pacífica y siguiendo los procedimientos legales que las leyes mexicanas ordenan y fue víctima de ese estado corrupto, exhibiendo en todo el territorio nacional a la oligarquía mafiosa torciendo las leyes para conservarse en el poder.
Al llegar a la presidencia, López Obrador comenzó con el desmantelamiento del estatus corrupto, provocando inconformidad entre sus integrantes, pero esa limpia no llegó a fondo, muchos vieron hundirse el barco donde navegaron por décadas y no dudaron en brincar a la nueva nave, vistiéndose con la piel de limpios y honestos.
Será difícil la batalla contra la corrupción, ya que las grandes enseñanzas quedan y sin nada nuevo que sustente el actuar de aquellos que heredaron el gobierno, aún utilizan las triquiñuelas, las presiones, los chantajes de la vieja usanza para lograr los objetivos de un gobierno que pretende transformar al país.
Por eso vemos muchas de las viejas caras que en su momento combatieron la lucha contra la corrupción y perdieron.
Dicen que chango viejo no aprende maroma nueva y van dejando su hedor corrupto por donde caminan.