Margarito Escudero Luis
En el principio de un nuevo año, buscando formas de mejorar nuestro comportamiento y la calidad de nuestra vida.
Fortuitamente, un viaje me lleva a conocer personas maravillosas, lugares bellos y llenos de historia, sitios donde hombres y mujeres convivieron sin contar con todas las comodidades que hoy disfrutamos.
Palenque, donde los hombres se atrevieron a vivir como dioses, es una muestra de un pueblo que forjó un imperio muchísimo antes de cualquier revolución industrial y cuyos vestigios dan testimonio de sus adelantos tecnológicos para poder construir los edificios que hoy son las muestras de ese pasado grandioso.
Llenas de misterio, la ruinas de Palenque dejan muchas dudas sobre las técnicas utilizadas para construir tan perfectos edificios, hoy mutilados y devastados por el tiempo.
Si se pudiera identificar una sola herramienta utilizada en esas obras, pudiéramos tener alguna luz sobre sus construcciones; pero dada nuestra soberbia, seguiremos alimentando el misterio con nuestras especulaciones.
Palenque seguirá siendo un apasionante misterio y nuestra imaginación de siglo XXI continuará suponiendo visitas extraterrestres, o la caída de una portentosa civilización, víctima de su propio progreso.
Mientras, la actual y desigual civilización busca sacarle provecho al pasado vendiendo chácharas y artesanías hechas en lugares lejanos, contando historias y leyendas de los antiguos pobladores, supuestamente orgullosos de la pureza racial de los ancestros, abrogándose la propiedad cultural de un pueblo que decidió emigrar por razones aún desconocidas, abandonando su propia grandeza.
Palenque, un mundo de misterios que a la luz de hoy, continúa generando riqueza.
Así arranco este 2020, las cabañuelas marcan mi destino viajero para este año.