Margarito Escudero Luis

Miles de cadáveres se apilan en pasillos de hospitales en Estados Unidos, cientos de muertos en Ecuador sin recibir la despedida de sus familiares, en Italia colapsaron los servicios funerarios…
Y así podemos continuar enlistando esta tragedia en el mundo que nos llevan a modificar los rituales funerarios, uno de los efectos provocados por la pandemia de coronavirus, COVID-19.
En México aún no somos alcanzados por ese futuro siniestro, todavía aquellos que fallecen pueden recibir el tributo familiar de un funeral digno y de acuerdo a sus costumbres.
No puedo pasar por alto que muchas familias en nuestros país guardan la esperanza de poder cerrar el círculo con un pariente desaparecido; ese familiar del cual no se conoce su paradero desde hace años y lo único que piden es que les entreguen el cuerpo para poder sepultarlo.
Cientos de familias mexicanas ya han tenido de modificar sus costumbres para despedir a un familiar.
Un ritual donde se recalca la ausencia del fallecido, al que no volverán a ver.
Pero la violencia generalizada en el país les adelantó la ausencia, así que tuvieron que despedir sin cuerpo, sin la certeza de que su familiar realmente perdió la vida.
Así, cientos de madres lloran la ausencia de sus hijos, sus hijas, de sus esposos o esposas, de su padres, llenándose de luto y dolor, llevando un duelo exageradamente prolongado.
En los países donde el COVID-19 colapsó los sistemas de salud y los servicios funerarios, los parientes saben de que murió y donde está su familiar, pero no podrán velarlo ni organizar exequias, ni discursos en el panteón.
Eso trae la pandemia. Nos han pedido que nos quedemos en casa para evitar esas escenas dantescas, para evitar que aquellos que deban entregar su vida a la enfermedad, no vayan a una fosa común sabiendo quién es, donde está y quiénes son sus familiares.
Hubo avisos a tiempo, explicaciones a tiempo, protocolos entregados a tiempo. Lo demás que pueda ocurrir será responsabilidad de quienes acataron o no las disposiciones sugeridas.
En Mexico aún no estamos en el nivel de tragedia de países como Estados Unidos o Ecuador.

Por STAFF