Revelaciones

Margarito Escudero Luis

He tenido la gran oportunidad de impartir un curso taller de redacción para estudiantes universitarios con la modalidad en base a la nueva normalidad; es decir, en línea.
Y eso significa que jamás conoceré a mis alumnos en persona, mantenemos un contacto virtual (así se dice cuando solo se ven por internet) y ellos tampoco podrán interactuar con el profesor ni con sus compañeros.
La pandemia de Covid-19 nos tomó a todos por sorpresa, sin saber qué hacer ni cómo defendernos del invisible virus que acaba con lo que se le ponga enfrente.
El caso es que empezamos a utilizar una plataforma llamada Google Meet, misma que días antes estuve ensayando, practicando con algunos amigos quienes me decían “todo se ve bien, se escucha perfecto…”
Pero a la hora de la verdad, el famoso Google Meet falló, se le ocurrió esconder los archivos que se habían programado, la función de compartir pantalla no funcionó y todo se convirtió en un caos “virtual”.

“¿Así está bien maestra?”, el niño pregunto tres veces lo mismo y no hubo nadie que respondiera. El pequeño tomaba su clase por televisión.

Como pudimos sacamos esa primera sesión, dejando un mal sabor en todos los participantes.
La segunda sesión ya se realizó a través de la plataforma más conocida, ZOOM, que se portó a la altura, sin contratiempos, sin problemas, llevamos a feliz término esa parte del taller.
Pero ya en la siguiente vez, volvimos a Google Meet, que ahora funcionó mejor que la primera, aunque tuvimos que apoyarnos en otro software para que los estudiantes pudieran ver las presentaciones del profesor.
Sin embargo, algo hace falta, este sistema no está completo o no ha sido estudiado bien. Los profesores que imparten sus clases en línea, están más por obligación y por cumplir con el ciclo escolar, pero tampoco están muy convencidos de las bondades de la clase virtual.

La mañana del jueves, escuche a un niño de primer año de primaria decirle a su maestra: “¿Así está bien maestra?”, el niño pregunto tres veces lo mismo y no hubo nadie que respondiera. El pequeño tomaba su clase por televisión.

El caso es especial y destacable porque estaba frente al televisor de la patrona de su mamá, que trabaja como cocinera en una fonda. Pero la madre veía que el niño le preguntaba a la maestra y no pudo hacer nada para sacar al pequeño de su error.
¿Es gracioso?, ¿Es triste?, ¿Es patético?; depende de cómo quiera verlo cada quién.
En el caso de los estudiantes universitarios, quien quiere participar, lo hace y el que llega a hacer bulto, también puede hacerlo.
También hay los que no llegan porque no tienen internet, o deben ir a un lugar donde alquilan computadoras, o se terminaron los datos.
A lo que quiero llegar, es que las altas autoridades de educación presumirán el “gran éxito” del programa emergente de educación ante la pandemia, llenarán sus formularios con números y darán sus informes triunfalistas sin saber lo que está sucediendo en el fondo de la sociedad, donde estudiantes, padres de familia y profesores batallan con un sistema para el que nadie los preparó.
En la Historia del ser humano se han vivido muchas transformaciones, algunas son paulatinas, cambios que se van dando poco a poco; otros son bruscos y deben aplicarse de golpe y todos nos hemos adaptado a ellos.
Recuerdo que, cuando inició el periodismo radiofónico, no existían periodistas para radio; los locutores de siempre eran los encargados de dar las noticias leyéndolas en los periódicos.

Cuando llegó el periodismo a la televisión, no había periodistas para TV, eran los mismos locutores que hacían noticieros como si estuvieran en la radio.
Hasta que todo tomó su cauce, cada quien en su lugar.
El ejemplo anterior sirve para ilustrar lo siguiente: ahora, profesores y alumnos toman clase “virtual” y pretenden suponer que están en el aula y esa creencia o esa costumbre genera mucho ruido y entorpece el proceso enseñanza-aprendizaje.

Ahora estamos metidos en esto y debemos salir adelante, tal vez esta generación tenga que pagar el precio de una transición brusca, sin planeación y que aún no permite, ni a las autoridades, ni a los profesores, ni a los padres de familia, ni a los estudiantes, ver la adecuada forma de utilizar las herramientas que la tecnología nos ofrece.

La aparición de youtube trajo la modificación brutal de los paradigmas de la televisión, hay quienes se dedican a enseñar algo través de los llamados tutoriales y no hay uno de esos que dure siquiera una hora.
La experiencia de los “tubers” está ahí, miles de personas en el mundo entero han aprendido algo a través de explicaciones grabadas y de corta duración.

Sería bueno que pedagogos, psicólogos y maestros investigaran ese proceso.

Por STAFF