Revelaciones
Margarito Escudero Luis
Un rayito de luz llega a la oscuridad del sindicato petrolero, de pronto se sacude la cúpula que se sentía todopoderosa, los grupos llamados “disidentes” se regocijan y 17 mil aspirantes a una plaza vuelven a llenarse de esperanza.
Carlos Romero Deschamps, eternizado en la dirigencia del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), siente con ofensa el latigazo del poder, el mismo que ayudó a mover para desbancar a la poderosa cúpula encabezada por Joaquín Hernández Galicia la Quina.
Romero Deschamps es el poder detrás del trono que heredó a su yerno Ricardo Aldana, trabajador de confianza que llega a la dirigencia nacional del sindicato por capricho de su suegro y que ahora señala violaciones al contrato colectivo porque Petróleos Mexicanos no entregará 17 mil plazas para que la usufructúen a placer.
Según el presidente Andrés Manuel López Obrador, puede Romero y sus secuaces, hacer lo que quieran, tomar las torres que quieran, pero no les entregarán las plazas; “eso ya se acabó”, dijo y discretamente los mandó “al carajo”.
Romero y su pandilla deben despertar de la ilusión que les produjo el haberse burlado de los trabajadores una vez más, al quedarse nuevamente con el sindicato a través de una farsa electoral y que parecía ser avalada por la presidencia.
La autonomía sindical está en manos de una organización cupular que lleva casi medio siglo disponiendo de los derechos de los trabajadores, usando la fuerza de la organización para lograr prebendas personales y sin dar cuenta del manejo de los dineros del sindicato.
Aunque no es una historia nueva, más bien repetitiva y cíclica, esos oscuros personajes que brillan a la luz de la corrupción, se niegan a entender que con la vara que midieron serán medidos y que su fin está cerca.
La sentencia se escribió cuando Salvador Barragán Camacho, siendo secretario general, le dijo al entonces candidato Carlos Salidas de Gortari, “si se hunde Pemex, se hunde usted, nos hundimos todos” y se hundió la Quina junto con todos sus cómplices, mientras que otro grupo aprovechó el momento para quedar bien con quien fuera presidente encargado de desmantelar la industria que daba certeza económica al país.
Hoy el escenario se repite: “tomaremos la torre de Pemex”, dice Aldana. “Tomen las torres que quieran”: dice el presidente.
Luego podrán ir con calma hacia “el carajo”. ¿Dónde queda? Tal vez en Almoloya o en algún penal de lujo.
Ojalá que las esperanzas de 17 mil trabajadores no queden en eso, que se haga realidad el deseo de contar con un trabajo seguro y que los trabajadores petroleros despierten del letargo que produce la seguridad del salario y aprendan a convivir con otras comunidades de obreros y ya no permitan la eternización de liderazgos.
Deberían recordar aquella frase que nació junto con la organización sindical: Unidos Venceremos.