Jorge Carrión
“La historia es chistosa: mis editores me llevaron a cenar para hablar de la traducción del libro que yo había escrito en inglés, Tell Me How It Ends, y después de cuatro tequilas acabé firmando en una pinche servilleta que me comprometía a que si escribía en la lengua del imperio tendría que traducirme yo misma, como penitencia, al español”: me cuenta Valeria Luiselli, en un mensaje directo de Twitter desde Nueva York. Así nació Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas), el libro sobre la crisis de los menores de edad centroamericanos que llegan solos a los Estados Unidos y que acaba de recibir un American Book Award.
En paralelo también ha escrito directamente en inglés la novela Lost Children Archive, que se publicará a principios del próximo año y “es la cara ficcional del ensayo, son dos bichos que no existen uno sin el otro”. Ha hecho varios intentos de traducción, pero ha acabado traicionando el pacto de la servilleta: “No he podido, es un libro que no quiero volver a escribir, qué hueva volver a escribir un libro que ya escribiste, lo está traduciendo Daniel Saldaña, en una conversación muy cercana conmigo, está funcionando de maravilla, porque tenemos una formación muy similar, compartimos el mismo universo de lecturas”.
Los niños perdidos surgió de la experiencia de Luiselli como traductora de los protagonistas de su libro en los juzgados de Nueva York. La semilla de Lost Children Archive fue un viaje desde Harlem, donde vive, hasta la frontera en Arizona. “Mi vida es cien por cien bilingüe”, sigue contándome en un mensaje de voz de WhatsApp desde la costa de Oaxaca, “y en Nueva York, en particular, hablamos un tercer idioma, que es una salsa perfecta de inglés y de españoles caribeños, centroamericanos y mexicano”.
La autora de Papeles falsos aprendió a leer y a escribir en un colegio anglosajón de Corea del Sur: “Ahí viví hasta los diez años, después en Sudáfrica, y más tarde en la India, ahora llevo una década en los Estados Unidos”, me cuenta por correo electrónico desde Dios sabe dónde. “Básicamente, aunque he vivido periodos en México y sin duda considero el español mi lengua materna”, prosigue, “he pasado muchísimo tiempo en contextos angloparlantes y toda mi vida escribiendo en inglés”.
“Mi vida es cien por cien bilingüe”, y en Nueva York, en particular, hablamos un tercer idioma, que es una salsa perfecta de inglés y de españoles caribeños, centroamericanos y mexicano”.
Daniel Alarcón
Después del ingreso en el canon de la literatura estadounidense durante la segunda mitad del siglo XX de autores de orígenes judíos, italianos o africanos, en los últimos treinta años ha llegado el turno de los latinos. A Sandra Cisneros, Richard Blanco, Francisco Goldman o Junot Díaz les siguieron otros escritores que se criaron al igual que ellos en Estados Unidos, como Sergio de la Pava o Daniel Alarcón.
Para Alarcón, autor del libro de crónicas La balada de Rocky Rontal, traducido al español por Jazmina Barrera y Alejandro Zambra, “el bilingüismo es mi día a día, hablo en el trabajo y en la casa en ambos idiomas, aunque Radio Ambulante sea un proyecto principalmente en español, mi ficción la escribo casi exclusivamente en inglés, desde siempre, porque me crié en Estados Unidos”, según me cuenta en un mensaje de Twitter desde Italia. Fue al mudarse a Nueva York a los dieciocho años cuando tomó “la importante decisión de recuperar mi español, porque me di cuenta de que era un idioma relevante para mi identidad y que sin él, me estaría perdiendo muchísimo”.
“Mi ficción la escribo casi exclusivamente en inglés, desde siempre, porque me crié en Estados Unidos”
Pero existe otra tradición reciente de escritores hispanoamericanos bilingües que no han crecido en el imperio y han asumido su lengua en la edad adulta. Si Luiselli llegó a Nueva York a los veinticinco años, Cristina Rivera Garza lo hizo a Houston a la misma edad tres décadas antes. Reinaldo Laddaga también llegó a Nueva York para realizar un doctorado y acabó estableciéndose allí, donde convirtió la apropiación bilingüe en el eje secreto de su escritura. Y Mauro Javier Cárdenas, que nació y creció en Ecuador, tomó la decisión de escribir en otra lengua después de cursar sus estudios en la Universidad de Stanford.
El escritor ecuatoriano definió así el proceso de traducción —realizado por el escritor Miguel Antonio Chávez— de su novela Los revolucionarios lo intentan de nuevo: “El traductor guayaquileño que vive en Nueva York le mandaba las traducciones al editor español que vive en Barcelona. El editor español corregía las traducciones y se las mandaba al autor guayaquileño que vive en San Francisco”.