Margarito Escudero Luis
Según el presidente Andrés Manuel López Obrador, estamos en tiempo de definiciones, refiriéndose al proyecto de transformación del país a través de lo que él mismo denominó la Cuarta Transformación.
En una de su conferencias matutinas, el mandatario dijo que “o se está a favor de la transformación del país o se está en contra”, lo que provocó la reacción de aquellos que se sintieron ofendidos ante la falta de alternativas que deja López Obrador.

“O estás conmigo o estás contra mí”, sin medias tintas, sin oportunidad de decir “¡sí pero!”.
En realidad estamos ante dos visiones diferentes de cómo hacer las cosas, y así como va la Nación no convence a aquellos que se sirvieron con la cuchara grande durante el neoliberalismo.
Creo importante destacar que, cuando algunos priistas notaron que los planes de Carlos Salinas de Gortari iban hacia el neoliberalismo, sintieron que sus intereses se verían afectados; movieron tierra y mar para evitar que Salinas fuera el candidato de Miguel de la Madrid, pero no lo lograron, entonces decidieron dejar el partido y llevarse esa parte del priismo a otro lado.
Así comenzaron el discurso patriotero, el pueblo creyó en la posibilidad de sacar al PRI del Gobierno y poner en marcha una nueva etapa en México.
Muchos lo creímos. La izquierda de verdad se fue con la finta y apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas en su aventura por evitar la llegada de Salinas al poder, se formó “una gran alianza” llamada Frente Democrático Nacional al que se unieron los partidos de la llamada izquierda recalcitrante, Partido Socialista Unificado de México, Partido Revolucionario de los Trabajadores, Partido del Trabajo y toda esa fauna que durante años había luchado por una transformación del país en aras de mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Pero no se pudo. La maquinaria priista era formidable, tanto que les dio una sopa de su propio chocolate a sus ex correligionarios, puesto que se sabe que Cárdenas Solórzano triunfó en las elecciones pero se sometió al capricho de Salinas. Luego se arrepintió y volvió a ser candidato seis años después, pero ya sin el apoyo popular.
Retornar al PRI de antes de Salinas no lo lograron, se formó el PRD con las mañas del PRI y aquellos izquierdosos que lo conformaron, fueron saliendo poco a poco.
Luego de los desastrosos resultados que dejó el neoliberalismo, el hartazgo a la corrupción y la imposibilidad de poder avanzar socialmente de las masas mexicanas, llevaron a Andrés Manuel López Obrador  a buscar la forma de llegar al poder. Participó en tres ocasiones como candidato a la presidencia, la última ya con una organización de base más sólida, integrada por militantes de izquierda (¡otra vez!) y logró formar “una gran alianza” con el pueblo de México, llamada MORENA, logrando la votación más alta en muchos años de la vida electoral de nuestro país.
López Obrador ofreció transformar radicalmente al país y le declaró la guerra a la corrupción, asegurando que se trata del peor lastre que impide avanzar socialmente a México.
Pero, aquella base que trabajó para lograr el triunfo, nuevamente quedó fuera, y el nuevo presidente se rodeó de aquellos a los que se atacó en el discurso electoral, colocando un gran obstáculo para que la llamada Cuarta Transformación de México pueda avanzar.
Hoy, la esperanza de México se revuelca en escándalos de corrupción, el enemigo a vencer, voces desde dentro del partido señalan a ex dirigentes de haber malversado fondos, alcanzando a la antigua dirección de Morena en Veracruz.
Hoy es tiempo de definiciones, o estamos a favor de la transformación del país o estamos en contra.
Con un presidente que ha navegado solo estos casi dos años, donde pareciera que nadie se ha subido al barco que capitanea, pues ni siquiera el discurso pueden seguirle.
Aquellos que se quedaron fuera, tienen la fuerza y capacidad de organización suficiente para enmendar la plana, convencidos de lograr la Cuarta Transformación, por eso Morena debe volver a esas manos, y crear mecanismos que hagan que la honestidad no sea sólo un discurso para lograr votos, lograr que el desencanto no sea el eterno resultado de los procesos electorales.
López Obrador no sólo puede asumirse como el presidente de México, es además, el líder de millones de mexicanos que le creyeron el discurso.

Por STAFF